lunes, mayo 16, 2011

Ahí vamos!

Todo inicio de vida profesional es peculiar y define la unicidad de las personas, aún cuando nos pensemos tan inmersos en una masa que difumine nuestra identidad. En cada una se atraviesan circusntancias particulares que al paso del tiempo nos hacen recordar la manera en que nos fuimos formando y nos colocan como observadores en perspectiva de los eventos pasados.

Recuerdo mi entrada la UNAM, en la carrera de ciencia politica. Para ello tengo que remontarme al estudio del nivel medio superior, en una vocacional del IPN. Entre la cercanía a mi casa de entonces y la idea de educación paterna fue que me inscribí en el CECyT 2. El recorrido era de lo más sencillo, pues consistía de no más de diez minutos caminando y lo mismo de regreso. Cursé y terminé aquél tramo de mi vida académica sin mayores sobresaltos, pero sé con inquietudes paralelas a la simple adquisición de conocimientos técnicos relacionados con máquinas y sistemas automatizados, control númerico y programación. Los eventos coyunturales de la vida nacional a finales de los años noventa definieron mi inclinación posterior por la ciencia politica.

En primer lugar, el surgimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional a la luz pública, el 1 de enero de 1994. En esa epoca venía de regresar de unas vacaciones comodísimas en la riviera maya, el viaje había consistido de más de dos semanas en el Hotel Westin Regina de Cancún y las consecuentes visitas a Xcaret, Isla Mujeres y Cozumel. Después de pocos días de tener fresco el recuerdo del México que se habia dibujado como avanzado ante mis adolescentes ojos, vino la realidad de otro país que hasta ese momento no había sido concientemente visto por mi, los indigenas del pais, aquellos que solo concibe un puber como los postrados en calles pidiendo limosnas, estaban reclamando su lugar en la historia. Lo definitorio de aquel pasaje, fue el papel de mi padre, que como militante fundador del PRD y de sus corrientes críticas y más combativas, se involucró casi de manera inmediata con las bases de apoyo al EZLN desde el Distrito Federal. Naturalmente, formamos parte de aquéllas primeras movilizaciones para reclamar la paz al gobierno federal que, sin dilación, había determinado exterminar a los prescindibles y quitarles la voz que según el poder, nadie estaba dispuesto a escuchar. Marzo del 94 vio los primeros surgimientos de la sociedad civil, diciendo que sí, que los indigenas tenian derecho a ser parte de este país, a ser incluidos y no integrados, a que se les reconocieran sus formas de vida particulares sin que ello fuera motivo para ser ciudadanos de segunda clase. No lo sabía en ese entonces, pero ese momento histórico fue parte germinal de lo que decidí estudiar años después.

En segundo lugar, lo que vino en materia economica, mientras fue avanzano ese mismo 94 y sobre todo en los dos años siguientes, mi padre vivió, como muchos, una de las peores crisis economicas de su vida y, por ende, yo viví la mía propia. El pequeño despacho de contabilidad que encabezaba él, se vio cada vez más vacío porque sus clientes no tuvieron dinero para pagar sus deudas y por tanto para cumplir con el erario. Ello combinado con la obligacion que tenía mi papá de pagar un automovil nuevo para el que había conseguido un credito bancario, fueron mermando su capacidad economica. Sin ver la amplitud del problema y más bien como la entrada a un mundo nuevo fue que, a partir de mis cortos dieciseis años, comencé a trabajar. Fue mi primer trabajo en el taller de mantenimiento a aparatos electrónicos (de audio profesional, eso sí) de un amigo de mi padre, Fernando López, ingeniero en comunicaciones y electrónica especializado en acústica, naturalmente del Poli. Ese primer trabajo mío, yo no lo sabría hasta que años después mi padre me lo confesó, me permitió aportar dinero de manera considerable al ingreso familiar. ¿Cómo podía yo haber sido capaz de ello sin darme cuenta, creyendo que con los pesitos que ganaba semanalmente estaba satisfaciendo mis necesidades creadas por las ganas de comprarme A o B y con ello ser parcialmente feliz y al mismo tiempo significar un apoyo para el jefe de mi familia? Precisamente, no sabiendolo. Ahora creo que, a menudo, la ausencia de un cierto velo de ignorancia, no nos permitiría actuar en favor de determinadas causas que demandarn nuestro esfuerzo, sobre todo en una edad tan temprana.

En tercer lugar, el movimiento universitario del Cosejo General de Huegla de la UNAM que llevó a nuestra maxima casa de estudios a una huelga que se prolongó por varios meses. Al principio escuchaba las noticias por Radio Educación o Radio Universidad, que daban informacion importante y veraz sobre lo que acontecía, se convocaban a personalidades de ambas partes para discutir la problemática entre cobrar o no cuotas para darle suficiencia presupuestaria a la Universidad; decía la rectoría que no había opción, sólo el optimismo intransigente hacia el aumento de cuotas, o mantener el carácter publico de la educacion, a decir del movimiento opositor. El mundo ya no se trataba solamente de lo que mis ojos alcanzaban a ver y, otra vez sin darme cuenta, comenzaba a resolver uno de los problemas fundamentales de la filosofia, el solipsísmo estaba llegando a sun fin en mí sin que lo advirtiera. Yo y Karina decidimos acudir como escuchas a varias asambleas en los auditorios Ho Chi Minh de Economía y Che Guevara de la facultad de Filosofia. Conocimos de primera mano el sentir de nuestros pares padeciendo un cambio totalmente adverso a sus posibilidades de desarrollarse académicamente. Sin duda, apoyamos la huelga. Además, venían próximas las eleciones del año 2000 y junto con otro grupo de compañeros nuevos, ideábamos estrategias que según nosotros serian útiles para llevar al triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas, lo que como todos sabemos, terminó por no ocurrir, pero desencadenó la conciencia en mí, de que en este pais las cosas no funcionaban bien, que independientemente del buen trabajo técnico hecho por millones de personas, si las estructuras de la sociedad no cambiaban, las condiciones de existencia seguirían siendo precarias para la inmensa mayoría.

Todo lo anterior coincidió precisamente en el término de mis estudios de media superior y mi entrada a la Escuela Superior de Ingenieria Mecanica y Electrica, del Poli. Cursé dos años, en los que tuve que batallar con maestros incomprensivos ante la situacion de un joven que debía trabajar y estudiar al mismo tiempo. Parecía que la burocracia politécnica me estaba enviando el mensaje de que yo no pertenecía a sus filas. Esa etapa la combinaba con lecturas autodidáctas de Aristóteles, Platón, Marx y Revueltas, entre otros.

Entonces, todo culminó en mi decision de abandonar el IPN y virar mi interés académico hacia la Universidad. Presenté el examen sin haber estudiado mas de lo que ya sabia y unos meses después ya formaba parte de la matrícula de futuros politólogos. La carrera no me fue dificil escoger; pensaba y pienso, que desde la ciencia política se pueden trazar las líneas generales para que la organización de una sociedad sea, en pocas palabras, democrática y por ende, más justa.

Solo algo más. Aquél primer jefe del que hablaba en párrafos previos me enseñó las formalidades de la vida real, pero sobre todo me abrió la conciencia de que las mismas personas deciden, eventualmente, conformarse con lo que la vida les pone en frente y no buscar más posibilidades para su propio desarrollo y solo optar por paliativos que los hacen salir del paso. Frases suyas, como “la raza de bronce que solo se conforma con componer las cosas con masking tape” dejaron marcada en mí la idea de que, en verdad, el mexicano ha funcionado por años como alguien que por analfabetismo funcional, decide lo más sencillo y no resuelve sus problemas de raiz.

En desacuerdo con todo ello, decidí aportar mi muy pequeño, infinitesimal pero esperanzado granito de arena por mejorar en algo, la sociedad. Peo superando ese único objetivo de educar bien a los hijos que eventualmente tendré, darles lo mejor y ser feliz, porque me parece tan limitado y aburrido que no estoy dispuesto a jugar ese papel.

Y heme aquí, pensando todavia en todo esto, pero con algunos tramos ya recorridos. Quienes me conocen saben de qué tratan y también, que seguimos en el camino, que ahí vamos.

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