jueves, octubre 14, 2010

Puro, sencillo y optimista

Puro, sencillo y optimista.

Son las palabras que mejor pueden describir la vida de Alfonso Luna, un hombre de conciencia y lucha por la justicia social, que desarrolló un pensamiento complejo pero siempre cercano a la tierra y al trabajo, a la gente de esfuerzo y a luchar por combatir las injusticias en cualquier lugar donde se dieran.

Sin afán de protagonismo, pero sí de reconocimiento entre sus compañeros de lucha y los desconocidos a quiénes dirigió sus esfuerzos, estas palabras serán claras y directas, como lo era él.

En Julio de 1953, Iztapalapa lo vio nacer, en el seno de una familia numerosa y pobre, siendo el octavo de nueve hermanos. Hijo de un mecánico con conciencia crítica y de una mujer orientadora y sensible.

A los cuatro años comienza a ser instruido por sus hermanos en algunas asignaturas y destaca entre los conocidos de la familia por su conocimiento de la historia nacional. Ya a la edad de ocho años manifiesta inquietud por la pobreza cuestionando a los mayores cercanos. Alrededor de los diez años comienza a integrar el primero de muchos equipos, la palomilla de la calle Sur 105, en la colonia Sector Popular. Esos compañeros habrán de compartir diversas experiencias, que le dejan importantes enseñanzas de solidaridad y camaradería.

En 1965 tiene su primer enfrentamiento con la iglesia intolerante, resulta expulsado de la escuela doctrinal por expresar en público que no cree en Diós y el catequista lo acusa de “estar con el diablo”.

Al ingresar a la secundaria, comienza a conocer el trabajo, acude puntualmente a recoger la leche de los vecinos y así logra ganarse algún dinero, al cual le da el primer destino de su casa y el resto encuentra la manera de compartirlo con los miembros de la palomilla, comprando golosinas.

En febrero de 1969 logra entrar a la Escuela Naval Militar de Veracruz y cursa una corta temporada como cadete. Ese tiempo le bastó para conocer de cerca las instituciones del estado y saber que no deseaba formar parte de éstas, sino luchar para cambiarlas y orientarlas hacia las necesidades de las personas. Orillado por convicción germinal, comunica a sus padres la decisión de abandonar la instrucción naval.

A su regreso a la Ciudad de México, ingresa a la Escuela Vocacional número 5 del Instituto Politécnico Nacional. En ese mismo año se integra como militante al Partido Obrero Revolucionario – Trotskista, que forma parte de la IV Internacional.

Orientado por los consejos de los compañeros trotskistas, en 1970 se da cuenta de que La Revolución necesita contadores, de la misma manera que requiere de carpinteros y dominantes de todas las técnicas conocidas. Entonces, en decisión colectiva en su célula del POR – Trotskista se decide que Alfonso Luna dejará la militancia activa y se concentrará en la academia. En ese mismo año ingresa a la Escuela Superior de Contaduría y Administración. Transcurren algunos años en medio de la muerte de su madre, su casamiento y la entrada formal al mundo laboral. Concluye la carrera de Contaduría Pública en 1976 y obtiene el título respectivo en 1977.

Durante la visita que el Presidente de Chile, Salvador Allende, mantuvo en México entre Noviembre y Diciembre de 1972, en uno de sus viajes cotidianos por el Metro de la Ciudad de México (en la estación Xola), Alfonso Luna encontró al camarada, dedicándole un “Hasta la Victoria, siempre” y la V de la victoria formada en la mano izquierda en alto.

Su primera lucha la libra a la edad de 23 años, participando formalmente como Secretario de Organización en el Movimiento de Inquilinos de La Viga 1416, el cual lucha por lograr que la empresa constructora venda directamente a los habitantes de la unidad habitacional los departamentos que habitan. Porque, como él decía “si la vivienda es de quien la trabaja, la vivienda es de quien la habita”, razonando una premisa fundamental del socialismo: la abolición de las rentas de inmuebles.

En paralelo a sus estudios técnicos, se instruye teóricamente en el marxismo, leninismo y trotskismo, de la mano de títulos como El Capital, las Tesis de Abril y la Revolución Permanente, además de lo escrito por Ernesto Che Guevara.

En 1978 resulta electo Administrador de la unidad habitacional La Viga 1416, por lo que encabeza el ahora Movimiento de Condóminos. Nace su primer hijo, Fidel Ernesto. Al mismo tiempo, mientras trabaja en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, dirige una protesta sindical por el respeto de los derechos laborales de sus compañeros.

Durante la década de los setenta ingresa a la militancia del Partido Comunista Mexicano, compartiendo el trabajo clandestino por abrir el camino a una oposición conciente y progresista.

Para 1982, vive la época en que el Partido se transforma en el Partido Socialista Unificado de México, del cual forma parte y es propuesto para ser candidato a Diputado Federal por el distrito XXXVII, sin embargo declina la candidatura por otro compañero, sabedor de que su trabajo militante se concentra en la formación de cuadros y la propagación de la conciencia de clase. Ingresa como Director General de Ediciones de Cultura Popular, la emblemática casa editorial del PCM y se resiste la liquidación de ésta ante los dirigentes del Partido. En ese mismo año nace su segundo hijo, Carlos Federico.

Durante los ochenta formó parte del Partido Mexicano Socialista y en 1988, al lado de muchos millones de mexicanos, impulsó la integración del Frente Democrático Nacional, fuerza política de la que fungió como representante en un Comité Distrital en Iztapalapa ante la autoridad electoral de ese entonces, siendo uno de los distritos en los que se ganó una de las 29 diputaciones del FDN.

Iniciando la década de los noventa, participa en la fundación del Partido de la Revolución Democrática, compartiendo la idea de que es posible un cambio en el modelo económico, político y social, a través de la representación popular. Ésto sobre todo, porque la organización de las fuerzas políticas de la izquierda auténtica, no logró fraguarse para aprovechar la agudización de las contradicciones, la cual no obstante, sabe él, es permanente y orientada por procesos sociales y políticos, desiguales y combinados.

1994 fue un año fundamental. El surgimiento a la luz pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional con la Primera Declaración de la Selva Lacandona, coincidió con Alfonso Luna, al igual que con miles de mexicanos, en que México estaba listo para un movimiento originario, sensible desde los más pretéritos sentimientos de la nación. Desde el primer comunicado publicado en la prensa, se alimentó una nutrida y completa recopilación de éstos. A partir de ese año y por iniciativa propia se dedicó a difundir miles de reproducciones de los comunicados del EZLN y del Subcomandante Marcos en las calles y estaciones del Metro. En adelante, el EZLN ligaría la lucha de Alfonso Luna, que hizo suyo el movimiento indígena como alternativa de lucha social a seguir de manera permanente.

A mediados de la década de los noventa, como millones de mexicanos, padece la crisis económica y se integra al Barzón Metropolitano, de cuyas filas escinde por disentir con la corriente clientelar de la cúpula de líderes que buscan cobijo en las bases para capitalizarlo políticamente.

En conjunto con otros compañeros, entre 1995 y 1996, forman el Barzón de Anahuac, levantándose como una organización de amplio espectro que bajo el lema de “Abonos de justicia, cosechas de libertad”, buscó la defensa de los intereses del pueblo trabajador en cualquiera de sus ramas, desde la fábrica hasta la actividad empresarial, pasando por la encomienda de educar económica y políticamente, impulsando la conciencia de clase.

En julio – agosto de 1996, encabeza una delegación del Barzón de Anahuac que visitó Chiapas en el contexto del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, cónclave en el que conoce compañeros latinoamericanos, estadounidenses y europeos con quienes comparte visiones de la sociedad y maneras de transformarlas, con la finalidad de que sea posible un mundo donde quepan todos los mundos. Participó en el Aguascalientes V Roberto Barrios, en la mesa 2 Economía, planteando la necesidad de que la sociedad tomara por cuenta propia la política económica para resolver problemas como la cartera vencida, la inequidad fiscal y la situación desfavorable de los trabajadores. En 1997 nace Amelia Emilienne, última de tres hijos.

A finales de los noventa afinó una iniciativa de Revolución Fiscal, que contiene como parte fundamental la propuesta de un Impuesto Único al Consumo y la abolición de todos los demás impuestos, con lo que se respeta el principio de que quién más tiene, más impuestos paga. El Barzón de Anahuac llevó esta iniciativa en varias ocasiones a la Cámara de Diputados, interpelando comparecencias de más de un secretario de hacienda. También en esos años participó como Contralor Ciudadano de Obras Públicas del Gobierno del Distrito Federal.

Iniciando el siglo 21, el Barzón de Anahuac en conjunto con profesionistas de diversas áreas del conocimiento conformaron el Centro de Estudios Integrales, dedicado inicialmente a la impartición de cursos a jóvenes para acceder a nivel superior, dirigidos a muchachos de escasos recursos en principio de Iztapalapa.

Marzo de 2001 lo vio participar en la organización en el Distrito Federal de la Marcha por la Dignidad, encabezada por comandantes del EZLN y que dio origen a la primera discusión seria en México sobre una Ley que tomara en cuenta al indígena como sujeto de derecho. Así es que, la víspera de la aprobación en la Cámara de Diputados, el Barzón de Anahuac contó con una presencia importante para presionar a los legisladores.

En ese mismo año acompañó, en representación del Barzón de Anahuac, parte de la Marcha por la Dignidad, por varios destinos del norte del país. Para 2004 mantiene la presencia del Barzón de Anahuac en la conmemoración del EZLN 20 / 20, con motivo del 20 aniversario de formación y 20 años de salida a la luz pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Con la aparición de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en junio de 2005, comienza a integrar sus esfuerzos políticos y los del Barzón de Anahuac con la actividad de otras organizaciones de la sociedad civil, en la nueva encomienda pacífica lanzada por el Ejército Zapatista.

De 2006 a 2008 formó parte activa de La Otra Campaña, al lado de otras organizaciones de la sociedad civil. Convencidos todos de que la política en este país necesita privilegiar la organización horizontal en igualdad de condiciones y darle la espalda a los partidos políticos, que ya no son más una opción de representar las causas populares.

Durante los mismos años laboró en la Secretaría de Desarrollo Económico de la Delegación Iztapalapa, formando parte de un equipo de trabajo orientado a la capacitación económica de pequeños y micro empresarios, guardado congruencia con la técnica y el enfoque que dominaba. Esta última actividad, cabe destacar, emanó de una demanda laboral, de más de cinco años, contra el Gobierno del Distrito Federal, ya que principios del año 2000 se le despidió injustificadamente como verificador administrativo y, no fue sino hasta 2007 que logró su reinstalación. Durante esos mismos años, impulsó un movimiento con Verificadores Administrativos de varias demarcaciones del Distrito Federal, para que se conjuntaran esfuerzos por la defensa de los derechos laborales de todos ellos.

Como padre, supo dejar en sus hijos la semilla de la crítica constructiva al estado de cosas, como compañero, todos sabían que siempre podían contar con él, de manera permanente e incondicional.

Ahora que se cumple un término más, hace un año Alfonso Luna dejó el terreno de una batalla física y se convirtió en un refuerzo más de la justicia por la que vale la pena luchar día a día. Sobra decir que la brevedad de las palabras contrastará siempre con los múltiples frentes en los que Alfonso Luna se abrió camino.

En esa empresa, el factor común que siempre lo impulso fue la defensa del débil ante el poderoso. Con el papel de vanguardia que no buscaba pero merecidamente se ganó en muchas conciencias, Alfonso Luna nos deja un legado que comprendió y practicó toda su vida: “Reconocer cualquier injusticia en cualquier parte del mundo y combatirla, esa es la virtud más noble de un revolucionario”.



Ciudad de México

14 de octubre de 2010

lunes, octubre 04, 2010

2 de Octubre

Dos opiniones rápídas.

Vivo en el centro, entonces me tocó escuchar las consignas al lado de mi calle, entonces salí y caminé coincidiendo un poco con la marcha. No formé parte como en otros años, pero sí pude ver como peaton la actitud de las fuerzas del estado, amedrentando a los contingentes con el solo hecho de estar apostados en las entradas de Madero, protegiendo ese nuevo reducto pequeño-burgués en el que se ha convertido el Corredor Peatonal Madero, el cual dicho sea de paso, ni siquiera es una obra terminada, basta con pasar por las esquinas de Madero - Gante, Madero - Bolivar, Madero - Isabel la Católica, etc... para cerciorarse de que ni siquiera las guarniciones de las banquetas están terminadas, así como tampoco las lámparas del suelo y varias de las de pedestal. Ese primer punto es evidente: ante contingentes que (en lo personal vi) pacíficos, la presencia policial declaraba la clara distancia entre sociedad civil y estado (sobre todo este -local y federal, no hay distingos-).

Otro aspecto. Los comercios que se cerraron por lo "económicamente riesgoso" que siginifica una marcha del 2 de Octubre, colocaron maderas y cartones para 'proteger' sus ventanales y cortinas. La gran mayoría de estos implementos estaban pintados con aerosol. Se notaba en ellas tipografía de personas que integran a su tipografía el símbolo representativo de la anarquía y se incluían leyendas en contra del estado y las instituciones, las cuales, verdaderamente no consideré importante recuperar porque en suma reflejan mucho coraje pero poco conocimiento del sistema político mexicano. Y seguro habrá varios que dirán: "no necesitas conocer el sistema mucho, para poder odiarlo". Yo opino diferente.

Sobre este segundo aspecto, lo lamentable no fueron las leyendas en los muros temporales de madera. No, fue que éstas se convirtieron (y me atrevería a decir se han convertido) en un atractivo para turistas y nacionales que, con cámara en mano, inmortalizan esas postales para añadirlas a sus álbumes de la red social a la que pertenezcan. Me parece lamentable que una marcha tan importante, como la del 2 de Octubre se convierta en un elemento más de nuestra estética turística.

Algo más para agregar a este lamento: Cuando asistía a clases a la Universidad (ciencia política en la UNAM), de por sí a varios de mis compañeros les parecía lejanísimo el evento y por tanto ajeno a sus intereses políticos. Ahora, ni se diga, es el 2 de Octubre de 1968 para los jóvenes veinteañeros "cosa del siglo pasado". Poco más que lamentable. Aunque, claro, no se piense que un día los jóvenes se levantan y se dicen a sí mismos: "desde hoy en adelante borraré toda memoria histórica de mi y seré un autómata el resto de mi vida". No, la situación actual, nunca puede ser completamente culpa de los ciudadanos, por muy jóvenes e ignorantes que sean.

No obstante lo anterior, desde mi perspectiva es loable que se mantenga la fecha ya no tanto para clamar justicia contra los responsables de la matanza en Tlatelolco (pues el tiempo y las vías legales lo hacen ver cada vez más imposible), sino como una oportunidad de ejercer el derecho a la libre expresión, para reivindicar el derecho de la sociedad civil (organizada o no) de levantar la voz inconforme con el actual estado de cosas. Eso siempre es y será muestra de que no estamos perdidos como sociedad.